domingo, 25 de noviembre de 2012

Pelando castañas


Una de las cosas más deliciosas que se me ocurren cuando pienso en el otoño, en cuanto llega el mal tiempo y los días se acortan y se vuelven grises, son las castañas. Yo tengo la suerte de vivir cerca de la comarca de El Bierzo, en la provincia de León, y en esta zona se dan unas de las castañas más deliciosas del mundo. No lo digo yo, lo dicen los que entienden.

Logotipo de la Marca de Garantía de una fruta muy especial.

Hoy quería mostraros una vieja y sencilla técnica para evitar que pelar las castañas una vez asadas se convierta en un suplicio. Según me contó el dueño de la frutería donde suelo comprarlas, este truco es tan auténtico como que se lo transmitió a él un veterano castañero de Madrid. Y eso es mucho decir. Me decía el frutero que no hay como fijarse en cómo hacen las cosas los que de verdad entienden de ellas, porque son toda su vida. Y qué razón tenía.

Bien. El paso esencial llega en el momento de realizar el corte a la castaña. Ya sabréis que si no se les realiza una abertura, por pequeña que sea, la castaña puede estallar con el calor. Pero si el corte se realiza de determinada manera, conseguiremos que la piel se quite con una facilidad que a mí me parece pasmosa. De hecho, no me lo creía hasta que no lo comprobé.

Veréis: una vez cogida la castaña entre los dedos, por la parte más curva se le realiza un corte limpio de extremo a extremo. Gráficamente, se podría decir que hay que 'degollar' a la castaña. Yo las hago en el horno: a unos 130-150 grados, no más de media hora. Con eso basta para abrir y comprobar que se han hecho lo suficiente pero además, como por arte de magia… ¡la piel se ha quedado como una cremallera abierta de par en par! Muy mal se te tiene que dar para que si tiras de un extremo y de otro de la amplia abertura que ha quedado, no consigas pelar por completo el fruto a la primera.
En el horno.
Veréis cómo las pieles salen casi intactas.



Para mí ha sido un hallazgo. Confío en que a vosotros también os resulte útil. Y no lo olvidéis: a ser posible, la castaña (como tantas otras cosas) siempre de El Bierzo (León).

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